Moverse manteniendo intacta la quietud suele ser sabiduría que pocos alcanzan. Requiere de un alto, de una pausa consciente, de la lentitud, de la suavidad, de la firme decisión, de amar los detalles y de entregarle al olvido la impaciencia. Requiere de atrevimiento para ir hacia lo insondable y de astucia para medir la distancia entre lo que se mueve y lo que no. Encontrar la quietud en cada movimiento es saberse en el centro, en casa, en el infinito, en lo sagrado y en la gota que somos como una mediación entre lo invisible y lo lleno. Es la comprensión de esa quietud que no tiene tiempo, eterna, fugaz y que se parece al silencio o a la inmortalidad.
Aunque se diga insignificante, todos los días sirve descubrir la quietud en el movimiento, ésa que se anhela en los suspiros o la que el amor desviste.
“A donde quiera que vayamos en medio del movimiento y la actividad, llevemos con nosotros la quietud. De esa manera, el movimiento caótico que nos rodea jamás nos ocultará la puerta de acceso al manantial de creatividad, al campo de la potencialidad pura.” Deepak Chopra
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